Rodrigo y la caja de cartón (cuento)

Hoy os dejamos un cuento escrito por nuestro amigo periodista Josep Maria Serra, creador del blog https://webviajes.com y colaborador a lo largo de 40 años en distintos periódicos españoles

Tenía 7 años y acababa de merendar cuando vio entrar a su padre con una caja de cartón enorme. Rodrigo le preguntó qué era aquella caja. “Una televisión”, le contestó. Con mucha ilusión sus padres abrieron la caja, sacaron la televisión y la colocaron encima de una mesa pequeña que habían comprado hacía dos días.

“¿Me la puedo quedar?”, preguntó Rodrigo señalando la caja. ¿Y para qué quieres una caja?”, le contestó su padre. “Déjale”, dijo la madre que vio un brillo especial en los ojos de su hijo.

Rodrigo se llevó la caja de cartón a su habitación, mientras sus padres se peleaban ansiosos con el manual de instrucciones de la televisión. Puso la caja en medio del cuarto y entró en ella. De inmediato ésta se transformó en una diligencia. Miró para atrás y vio que le seguía un numeroso grupo de indios gritando y lanzando flechas. Rodrigo alentó a los caballos para que corrieran más mientras se giraba y disparaba: “piñau, piñau…”. El camino era endiablado pero llevaba buenos caballos y él era muy buen conductor de diligencia. Un par de pasajeros le ayudaron a mantener a raya a los indios. Suerte que estaban cerca de la posta y sabía que allí habría un retén del séptimo de caballería. Pronto oyó las trompetas y supo que se habían salvado. Frenó los caballos y bajó por el pescante. “¿Qué haces?”, le dijo su madre entrando a la habitación. “Jugando”, contestó. “Ven a ver la tele”. “No, prefiero quedarme a jugar”.

Cuando se giró hacia la caja de cartón vio que ésta se había convertido en una nave espacial y que estaba a punto de despegar. Subió y se puso al frente de los mandos. Dirigió las maniobras de despegue. Destino: Marte. Misión: salvar la Tierra de los marcianos que la querían invadir. Vio como la Tierra se iba quedando pequeña detrás de él. Ordenó a la tripulación que se mantuvieran en sus puestos porqué iba a acelerar la nave. A la velocidad que iba, llegarían a Marte en tan solo unas horas, y allí deberían entrar en combate de inmediato. El factor sorpresa era muy importante. El combate duró bastante y fue intenso. Rodrigo y su tripulación habían salvado la Tierra.

“¡A cenar!”, oyó que gritaba su madre. Descendió de la nave y la aparcó en un rincón de la habitación.

Al día siguiente, cuando llegó del colegio, merendó y entró corriendo a su habitación. La caja de cartón era un velero bergantín lleno de cañones. Buscó un sombrero de un disfraz de capitán pirata que le habían traído los reyes, se lo puso, y embarcó en el velero. Ordenó izar las velas y poner rumbo a Mompracen. Se iban a enterar quien era Sandokan, el Tigre de Malasia. “¡Velas a la vista!”, oyó gritar al vigía. “Zafarrancho de combate -gritó él-, seguro que es un maldito barco inglés”. La batalla fue épica. Cansado, descendió del velero, cogió la caja de cartón y la puso en vertical. Esta se convirtió en una cabaña de leñadores. Entró porque fuera estaba nevando. No llevaba ni cinco minutos cuando la cena volvía a interrumpirle.

Rodrigo esperaba cada día con más ansia su llegada a casa para ver en que se había convertido la caja de cartón. Además, desde que había televisión en casa sus padres no le molestaban para nada.

A él le gustaba mucho más la caja de cartón que lo que salía por televisión.

 

Al cabo de unas semanas un día llegó a casa y no la encontró. Preguntó a su madre y ésta le dijo que estaba toda rota y que la había tirado. A Rodrigo se le escapó una lágrima.