Hoy queremos sacar a la luz un post de La Gaceta de Argentina en el que de una manera melancólica ironiza sobre los usos del cartón en la provincia de Tucumán. Mientras en Europa regulamos la forma en la que vamos a reciclar el cartón, en otros países más pobres, la recolección de cartón para el reciclaje, sustenta a muchas familias.
El texto, como indica su autor, es una referencia de un artículo publicado en el diario español El País
En el post, Guillermo Monti le da contexto y nos relata con maestría, una situación inaudita vivida por una familia argentina; una empresa funeraria mando un ataúd de cartón en pésimas condiciones como donativo para enterrar un pariente fallecido por causa de la Covid-19.
El Ministerio de Desarrollo Social de Argentina ha decidido denunciar ante la Justicia Penal a la empresa funeraria y solicita su cese inmediato de actividades.
En Chile, las autoridades prohibieron los ataúdes de cartón porque violan las normas locales. Un fabricante de Argentina se queja de que los gobiernos temen la reacción de la sociedad y se resisten a resolver el problema de una forma económica y sostenible.
Los ataúdes de cartón son hasta tres veces más baratos que los de madera, se producen en serie y no contaminan, pero chocan con las imposiciones del rito de la muerte. La polémica está abierta.
Texto de Guillermo Monti
Hay un Tucumán de cartón, como hay una Argentina de cartón. Para quienes viven y duermen en la calle el cartón es abrigo. En los asentamientos, las viviendas son collages de chapa y cartón, a la espera del milagro del ladrillo. Quedó asentado el día a día de los laburantes del cartón. El cartón proporciona trabajo y forma parte del ciclo virtuoso de la producción.
Las cajas de cartón las patentó un tal Robert Gair a fines del siglo XIX, pero se sabe que los chinos ya las empleaban desde muchísimo antes. Lógico, el cartón es más barato y más liviano que la madera. “El cartón ondulado es uno de los envases y embalajes más utilizados en el mundo para agrupar, almacenar, transportar, exponer y vender productos de consumo”. Los seres humanos, hasta aquí, no figuran en la lista de “productos de consumo”. Pero estamos en Tucumán.
- 20 de octubre de 2014. Título: “En Tucumán enyesaron a una anciana con cajas de cartón”. Sumario: sucedió en el hospital Centro de Salud y se debe a la falta de insumos.
- 23 de septiembre de 2019. Título: “Nuevamente se vendió en Tucumán el cartón ganador del Telekino”. Sumario: el premio consiste en 9 millones de pesos, una camioneta, un viaje a Punta Cana y un crucero por el Caribe.
- 5 diciembre de 2019. Título: “Horror en Tucumán: encontraron un bebé muerto en una caja de cartón”. Sumario: tendría entre 28 y 30 semanas de gestación. Lo hallaron a la orilla del río Tipas.
- 10 de junio de 2020. Título: “Un camión que salió de Tucumán llevaba $ 12 millones en cajas de cartón”. Sumario: lo interceptó Gendarmería en Santiago del Estero.
- 16 de julio de 2020. Título: “Trataron de robar un comercio tapándose con una caja de cartón”. Sumario: los ladrones no consiguieron derribar el enrejado en Mendoza al 300.
- 12 de diciembre de 2019. Título: “Incidentes durante la protesta de cartoneros en la Municipalidad”. Sumario: reclamaban al intendente Alfaro los malos tratos que sufren en la calle.
Somos de cartón
No existe un registro preciso sobre la cantidad de tucumanos vinculados, directa o indirectamente, con el cartón como elemento esencial de su vida. Sí forman parte del paisaje urbano quienes lo recogen, reciclan y venden, una enorme fuerza laboral condenada a la informalidad y dependiente del cartón para parar la olla. A los cartoneros -como a todos los trabajadores “en negro”- la cuarentena los colocó en un agustioso limbo. Los rescató la flexibilización y ahí están, a la vista de todos e invisibilizados al mismo tiempo por ojos que se resisten a aceptarlos. La calle es su obligado lugar y eso los deja a merced del coronavirus. El artículo citado detalla una de las tantas realidades que los cartoneros padecen: el maltrato por parte de las autoridades, en ese caso de agentes municipales.
Todos estos calificativos se consignaron a propósito del caso de Cristian Herrera: indignante, escandaloso, inaudito, insólito, atroz, increíble, inconcebible, humillante. Hubo más. La caja de cartón con forma de ataúd, destinada a cobijar esa vida joven que se apagó en La Costanera, dio la vuelta al país y trascendió las fronteras. Lo que sobra en estas situaciones es la rapidez para encontrar adjetivos, directamente proporcional a la lentitud para ofrecer respuestas. Es más fácil horrorizarse por una caja de cartón que por la realidad social de La Costanera. Como si el cartón fuera la causa y no el efecto del sufrimiento.
“Es de cartón”, suele señalarse a lo improvisado, a lo efímero, a lo engañoso. Toda la nobleza que pueda proporcionar el material pierde en la comparación con lo sólido, con lo duradero. Se dice que una persona es “acartonada” cuando finge posturas -físicas e intelectuales- alejadas de su verdadera naturaleza. Un político acartonado esgrime un certificado de vencimiento porque lo que se exige es justamente lo contrario: espontaneidad, cercanía, frescura.
El cartón suena ordinario y prescindible, como si fuera un símbolo de lo precario. “Los edificios modernos son máquinas de cartón: mecánicas, amaneradas, artificiales, sin alma”, sostenía el célebre arquitecto Frank Lloyd Wright. Hasta la poesía lo castigó: “parecen, cuando giran en sombrías refriegas, rígidos paladines con bardas de cartón”, escribió Rimbaud. Un caballo con una barda de cartón -los buenos arneses son de hierro- representa una caricatura de sí mismo.
Cuidado con las máscaras de cartón, puede agregarse. Con las sobreactuaciones, con el aprovechamiento del tema (porque todo suma en la arena política de los miserables, lo que no hace miserable a la arena política). Máscaras que duran poco (porque son de cartón, ¿no?), por lo general hasta que alguna novedad coloca las cosas en un segundo plano.
Fuente: https://www.lagaceta.com.ar/nota/854918/opinion/somos-carton.html